San Fernando Son, noviembre 05
Querida hija:
Te escribo esta
carta con la incertidumbre de no saber si la querrás siquiera leer, pero
sabiendo que tengo que hacerlo porque mi corazón me lo está dictando y, aunque
solo haya una ligera posibilidad de que te atrevas a rasgar el sobre que la
contiene, debo seguir adelante y escribir estas palabras que hace mucho debí
haberte dicho: Te quiero. A veces los padres nos ponemos el sombrero de policía
y dejamos de ser los padres amorosos que queremos ser para nuestros hijos. Tal
vez esto no sea una justificación para la manera tan dura en que nos dijimos
cosas el día que partiste. El hecho de que tu madre hubiera partido con el
Señor cuando solo tenías 4 años sólo lo hizo más difícil para mí y el hecho de
que hubieras sido nuestra única hija lo hizo mas difícil para ti. Así ha sido
nuestra vida y aunque no quiera admitirlo, llegó un punto en el que nuestros
desencuentros nos llevaron a tomar actitudes que no deseábamos…
Me duelen los
huesos casi tánto como mi alma. Me duele el frío casi tanto como tu ausencia.
Estos viejos huesos ya no responden tan bien al llamado del invierno. Apenas
inicia noviembre y ya siento el crujir de mis rodillas al caminar por el viejo
parque al que acostumbraba llevarte cuando eras apenas una niña. Casi puedo
verte colgada de los columpios, con aire triunfal por haber tocado las ramas de
un árbol al balancearte en uno de ellos, Cierro mis ojos y veo tu cabello mecido
en el viento, tus ojitos vivaces, llenos de dudas y de esperanzas, En fin…
En este pueblo
nunca pasa nada como bien sabes, los atardeceres siguen siendo igual de crudos
y nostálgicos. Mis pies cansados aun recorren los viejos caminos con la misma
lentitud, mi tos se ha vuelto mi eterna compañera y ni los menjurjes de tu tía
Yoya me ayudan a olvidar que los años de fumar sin parar tienen secuelas… Somos
el producto de nuestras decisiones hija mía, decide por tu padre que te extraña
mas que nada en este mundo. Vuelve a mí, mi pequeña princesa.
Te quiere,
Tu padre.
San Fernando Son, noviembre 15
Hija mía:
Hoy he vuelto a
sentir esta necesidad de tomar la pluma y escribirte sabiendo que aún me hiere
tu silencio… debo seguir porque a veces las palabras se quedan sin decir no porque
falte quien las diga, sino por falta de alguien que las escuche. A veces me
parece escuchar a tu madre quejándose dulcemente de mi falta de atención a sus
palabras, Con un dejó de tristeza en su mirada, pero sin rencor, con esa mirada
limpia que tenía y que hacía que la mañana se viera mas cristalina, mas humana
dentro de todas las cosas malas que nos pasaban. En cierta forma tu mirada me
recordaba mucho a ella. Tanto que a veces pienso que nunca la deje que se fuera
realmente. Te veía y veía su rostro sereno, pacífico como el mar de sus
sentimientos, oía tu voz y me llevaba al recuerdo de su voz tan llena de vida,
tan… ella.
Sé que no te he
platicado mucho de ella. Lo siento, sólo estaba tratando de encubrir mi propio
dolor dejando de hablar de ella sin darme cuenta que te estaba robando algo que
es muy tuyo y que yo debí haberte dejado tener, su recuerdo. Me cuesta tanto
reconocer que ya tiene 20 años que se marchó… son muchas mañanas de despertar
ansiando encontrarla a mi lado, muchos atardeceres buscando los sitios que frecuentábamos,
muchas horas extrañándola. Oh Dios, como duele a veces la ausencia…
Te platico que
esta mañana gris estuvo lloviznando muy levemente, como si el cielo se hubiera
levantado con pereza, ¡vamos!, al menos el se levantó, yo me quedé más tiempo
del que acostumbro en la cama, sólo mirando el horizonte lleno de nubes, como
el día que tu madre nos dejó. Hubiera seguido acostado sin mas, si no hubiera
llegado tu tía Yoya con ese brebaje amargo que ella insiste en llamar café. Tu
padre calla y gime mientras sorbe su amargura con dos generosas porciones de azúcar
y otro tanto de resignación. Tu tía está preocupada por mí, dice que esta tos
ya se instaló para siempre en mi garganta. La verdad es que no concibo a tu tía
Yoya sin que se preocupe por algo que me suceda o no me suceda, ya la conoces.
Hazme saber como
estás, por favor. Aunque no quieras escribirme más que lo suficiente, déjame
saber que todo esta bien contigo. De verdad te extraño y te pido con el amor
que escribo estas líneas: Vuelve a casa esta navidad.
Te quiere
Tu padre.
Nota: Encontré tus viejas muñecas en el desván, las mandé limpiar para que estén
limpias cuando llegues en navidad. Cuídate mi princesa.
noviembre 18, Sin Dirección
Papá:
No puedo ir a
casa esta navidad. Estoy muy ocupada encargándome de algunas cosas aquí.
Gracias por compartirme al menos algunos recuerdos de mama.
Noviembre 25, San Fernando Son.
Querida hija:
Me dio mucho
gusto saber de ti. Fue un gusto enorme ver tu carta asomándose tímidamente por
mi buzón. Casi no la vi ya que el buzón estaba vestido de blanco con los
primeros copos de nieve de la temporada. No fue suficiente para cubrir de
blanco nuestra calle, pero si para que los chiquillos empezaran a jugar con los
primeros montones de nieve que ya para mediodía era un autentico lodazal. Me
hizo recordar los días en que saltabas por la puerta de nuestra casa, con tu
rubio cabello cubierto por el gorro azul que tánto te gustaba, corriendo
emocionada a recibir a la primera nevada de la estación. Era casi como un
ritual para ti y en cierto sentido también lo era para mí porque anhelaba ese
momento para poder ver tu carita alegre asomándose por lo poco que permitía ver
tu grueso gorro que te cubría del invierno.
Estuve pensando
en estos días en tu madre. Recuerdo el día que partió con el señor. Ese día se
levantó muy alegre y laboriosa, casi me levantó ella de la cama para poderla
tender y yo me quede refunfuñando pues quería seguir dormido… ella me invitó a
caminar por el sendero que bordeaba la casa y que llevaba la pequeña colina
donde le gustaba estar cuando quería tener un tiempo a solas. Había llovido la
noche anterior y ella solía decir que le gustaba caminar esas mañanas con olor
a tierra mojada y a rocío pues la ponía mas en contacto con la naturaleza. Yo siempre
me mofaba de sus gustos naturales y aunque a veces le acompañaba en sus paseos,
la verdad es que últimamente eran mas las veces en que no lo hacía; sin embargo
ella nunca dejó de invitarme con una sonrisa en sus labios. Nunca dejó de
luchar por mí.
Al levantarme vi
una taza de café sobre el comedor. La toqué y ya estaba fría pero no importaba,
era una pequeña muestra de su amor por mí y no importaba si era un brebaje mas
desabrido que los que prepara tu tía Yoya. Yo apreciaba esos gestos que me hacían
sentirme cada día mas enamorado de tu madre y calentándolo un poco, lo bebí con
breves sorbos esperando a que ella regresara. Aún recuerdo esos momentos, cómo
fue creciendo una inquietud en mi pecho a medida que el tiempo pasaba y ella no
volvía. Cómo dio un vuelco mi corazón cuando te despertaste y preguntaste por
tu mamá. Nunca se había retrasado tanto como esa ocasión en regresar y sin
saber qué contestarte, te tome en mis brazos y, arropándote, Salimos a buscarla
por el sendero solitario. Era aun media mañana, pero la suave bruma de la
madrugada aun seguía aferrada al suelo y las nubes de la lluvia que nos había
visitado la noche anterior seguían asomadas a nuestro pequeño pueblo, sin dejar
entrar al sol. Sentí el lodo apresando mis zapatos y te sujeté
mas fuerte intentando no perder el equilibrio. Vi algunas huellas delante de mí
y supuse que serían de ella. Para este entonces, mi mente era un rehilete de
ideas locas danzando descontroladas dentro de mi cabeza. Nunca había sentido
tanto miedo en mi vida y sin embargo solo atinaba a sonreír para no
preocuparte.
Al dar la vuelta
en el camino, la vi. Bueno, mas bien vi el rastro que había dejado sobre el
terreno lodoso al caer del punto elevado donde se terminaba el camino. Con
descuido y apenas sintiendo mi cuerpo y el tuyo sacudiéndose al bajar rápidamente
por el terreno, llegué hasta ella. había caído derrapando mas de cinco metros
por la ladera del cerro. Aunque aquella caída pudo haber sido dura y dolorosa
no era mortal necesariamente ya que la ladera no era muy pronunciada. Busque
con desesperación su pulso, pues parecía haber perdido el conocimiento, no se
lo pude encontrar, la sacudí con desesperación para que despertara y fue
entonces cuando vi el rastro de sangre que había corrido por la parte posterior
de su cuello, naciendo de su cabeza justo donde esta descansaba sobre una roca
de buen tamaño. Tarde un buen par de minutos para darme cuenta que tu madre ya
no respiraba. Que ese golpe la había arrancado bruscamente de nuestro lado y
ahí abrazado a ti, con el cielo llorando lluvia de nuevo, vi desfilar a los paramédicos,
al forense, a la policía y a una procesión interminable de amigos y curiosos
que me hablaban y decían una maraña incomprensible de palabras sin
sentido.
Hija, disculpa
que no pueda seguir escribiéndote mas, pero me ahogan los recuerdos… Vuelve a
casa…
Tu padre
noviembre 27, Sin Dirección
Papá:
Lamento que esos
recuerdos te estén lastimando en estos días de otoño que a veces sacuden el
alma. Yo también tengo mis cuitas personales con algunas de estas festividades.
Recuerdo la crudeza de los chiquillos que se burlaban de mí porque no tenia a
quien dar mi regalo el 10 de Mayo, tus prolongados silencios en el patio de mi
casa, fumando cigarro tras cigarro, arrancándole recuerdos al humo que salía
por tu boca fruncida, el dejó de dolor en tus ojos, son cosas que no se pueden
olvidar, como tu maldita obsesión de mantener los cubiertos en el sitio vacío
de la mesa como si mamá fuera a regresar algún día.
Tal vez tu no te
diste cuenta nunca, pero hiciste que mi infancia girara alrededor de un
fantasma, de alguien que ya no estaba y de quien ni siquiera me querías hablar.
No te diste cuenta que al morir mi madre no solo me quedé sin ella, sino que también
me quede sin tí…
No quiero
reprocharte nada pero no puedo dejar ir tantos recuerdos, tantas ausencias… en
todos los aspectos que importan menos el físico. Estuviste ahí conmigo sin
estarlo… pero eso ya no importa.
Tal vez ambos debamos
dejar ir nuestros recuerdos. Creo que es lo mejor para ambos. Creo que ya te
comenté que no podré ir a visitarte esta Navidad. Hay algunos pendientes que
demandan mi atención.
Saludos a la tía
Yoya.
Ana.
noviembre 28, San Fernando Son.
Amada hija:
Creo que cada uno
de tus reproches es más que merecido. Creo que tienes suficientes motivos para
reclamarme todo lo que quieras menos desamor. Te amo, mi princesa, con cada hálito
de vida que aún me queda, con cada muerte que muero cada día desde que tú ya no
estás, con cada esperanza de verte de nuevo que se asoma en mis mañanas.
Quisiera poder mirarte y platicar de lo que nos pasó. No de esas circunstancias
en especial sino de estos 20 años que nos dejaron siendo unos extraños viviendo
en la misma casa. Algún día entenderás que los padres no somos perfectos y
nadie nos prepara para enfrentar giros inesperados del destino que dejan
nuestros esquemas hechos pedazos en el rincón de las cosas que ya no son, lo
que algunos han dado en llamar pasado. Armamos nuestros días y los
comprometemos mucho antes de tenerlos. Somos dueños de nuestros planes mas no
de nuestros destinos; utilizamos tiempos y circunstancias que aún no nos han
sido dadas para planear la vida a nuestro antojo y cuando el destino nos mueve
las piezas trastabillamos y tratamos como podemos de mantener el equilibrio.
Espero que alguno de estos días tengamos la oportunidad de hablar de ésto y
mucho mas.
Hurgando entre mis papeles hace un par de días
me encontré un viejo trozo de papel amarillento con la tinta algo escurrida. Tenía
tu nombre y reconocí los trazos de mi escritura. Es un poema que escribí para
ti cuando cumpliste 15 años. Sé que nunca te lo entregué. Mea culpa.
Te lo dejo ahora,
9 años después.
Con el canto de tu risa, con la luz que hay en tus ojos.
Como desearía ser un suave copo de nieve
Deslizarme desde el cielo para acariciar tu rostro.
Como quisiera atraparte el dulce canto de las aves,
El susurro de los vientos, la inspiración de Neruda
Para armarle una canción a tu belleza exquisita,
Para agradecerle al sol la luz con que te saluda…
Como quisiera asomarme a tu mirada para ver
De donde es que sale tanto amor, tanta alegría
Tantas ganas de vivir, tal capullo de mujer.
Tanta linda realidad en disfraz de fantasía.
Baila esta noche princesa, anda despliega tus alas
Que el mundo espera y la noche calla.
Baila que te mira el cielo y una luna enamorada.
No creí que fuera
lo suficientemente lindo para ti y no pude entregártelo aquella noche cuando
bailaste tu primer vals. Sé que 9 años son demasiados para entregar una carta
pero dicen por ahí que mas vale tarde que nunca.
Sé que dijiste
que no podrías venir pero te ruego que si puedes hacer un pequeño espacio en tu
agenda, vengas a celebrar la Navidad a nuestro lado. La tía Yoya, ya amenazó
que cocinará un pavo y no quiero pasar solo por ese trago amargo. Solamente el
pavo sufre más que yo cuando cocina tu tía.
Vuelve a casa…
por favor.
Tu papá.
Papá:
Gracias por tu carta y
por tu poema. Me hizo recordar muchas
cosas de aquel día de mis Quince Años. Fueron tantas emociones encontradas ese
día que recuerdo que me quedé dormida llorando y con el vestido puesto. Habrás
de imaginar mi maquillaje corrido, el vestido arrugado y mi cuello torcido a la
mañana siguiente. De pronto me vienen
tantos recuerdos bonitos que a pesar de todo tú y yo tuvimos, las tardes de
lotería, tu risa espontánea, cuando me cargabas en hombros por el viejo sendero
del parque… me sentía enorme, enorme y quería que todo el mundo me viera tan
alto que casi podía tocar las nubes con mis pequeñas manos, jeje… pero después
me viene a la mente el dolor de tus
largos silencios, tus quedos sollozos en la noche cuando pensabas que yo estaba
ya dormida, tus tardes en el patio fumando un cigarro tras otro, con tu vista
fija en las caprichosas formas que se formaban con el humo que exhalabas. Yo quería
salir a decirte que te quería, que ya no tenías porqué sentirte solo… pero tu
estabas muy lejos en tu cercanía física…
En fin, te agradezco por
haberme compartido ese lindo poema. Hubiera significado mucho para mí el
haberlo tenido aquel día
Cuídate mucho, espero
que el próximo año nos vaya mejor a ambos.
Tu hija,
Ana
diciembre 8, San Fernando Son.
Querida hija:
Recibí con agrado
tu misiva, aunque leo entre líneas que no tienes planes de venir a visitarnos.
He vivido con el recuerdo de tu cara disgustada y el ruido de la puerta al ser
azotada cuando partiste por demasiados meses ya. Quiero platicar contigo tantas
cosas que no nos hemos dicho, tantos abrazos que no nos hemos dado, tantos
recuerdos que no he compartido contigo...
Creo que el paso
de los años me está convirtiendo en un anciano sentimental pero si ésto es en
lo que nos convertimos al final, lo celebro. He vivido ignorando mis
sentimientos por demasiado tiempo y no quiero seguir desperdiciando la vida en
el capullo de amargura en el que me envolví desde que Ana María ya no está.
El invierno ya se
asomó por nuestro pueblo, ¿sabes? Mientras te escribo, veo que en el dintel de
la ventana aun se acurrucan unos trozos de nieve fresca que nos cayó por la
noche; las calles ya se alcanzaron a pintar de un pálido blanco al menos en los
sitios que no saluda el sol. Fue solo una pequeña probadita de lo que nos
espera este año. La chica del clima nos dice que probablemente tengamos una
blanca navidad después de todo.
Creo que la nieve
y yo estamos dejando de ser amigos, con los días fríos y húmedos se recrudece
esta tos perniciosa y se me aflojan los huesos.
Ayer me trajeron
tus viejas muñecas. Quedaron primorosas y espero que te las lleves contigo, si
aun las quieres, ahora que vengas en navidad (si, ya sé, ya sé… no pierdo la
esperanza, ves).
Vuelve a casa
esta navidad, hija mía. Tus muñecas te siguen extrañando.
Tu padre.
Diciembre 2, Hermosillo Son.
Tía Yoya,
Hola tía. ¿Cómo
has estado? Antes que nada te quiero pedir una disculpa por mi silencio tan
prolongado. Sé que he perdido el contacto contigo desde aquella discusión con
mi padre y lo del accidente y demás, pero quiero que sepas que te llevo siempre
en mis oraciones.
Mi papá me ha
estado escribiendo desde que Laura le dio mi dirección en Hermosillo. Me dice
que últimamente ha estado tosiendo mucho y me preocupo por él. Quiere que vaya
a verlo esta Navidad pero aún no me siento preparada para verlo. Sé que tenemos
que resolver muchas cosas que se quedaron en el tintero pero no quiero echar a
perder estas festividades con lo que implica sacar los reproches y ventilar las
diferencias. Espero que me comprendas tía. Ya charlaremos más cuando los visite
el próximo año.
Te quiero mucho, tía
Yoya. En muchos aspectos fuiste la madre que no tuve y quise que lo supieras
porque siempre asumí tontamente que ya lo sabías.
Necesito que estés
al pendiente de Papá. Que le recuerdes que debe tomar medicamentos y que no se
sienta solo esta Navidad. Insístele para
que vaya a ver al medico por favor. Ya no es un chiquillo y debe cuidarse.
Recibe un abrazo
de tu sobrina que te quiere,
Ana
Diciembre 8, San Fernando Son.
Querida Sobrina,
Te saludo con
mucho cariño. Me dio mucho gusto ver tu carta apenas hoy. Tu sabes que el
afecto es mutuo y me da mucha alegría que sientas que mis esfuerzos porque no te
sintieras tan solita te hayan hecho sentir de esa forma para conmigo.
Nita, tu padre no
ha estado muy bien de salud últimamente. El no me lo dice abiertamente para no
preocuparme de más y hasta me parece que evita al máximo toser cuando nos vemos
pero hay ocasiones que su tos se alcanza a escuchar hasta nuestra casa. Ha
perdido algo de peso y ya no acostumbra caminar por las mañanas como solía
hacerlo. Son ya las 3 de la tarde y el aun no ha salido de su casa. Tal vez sea
por la nieve que cayó anoche y el frío que esta haciendo ahora mismo.
Laurita pasó por acá
a preguntarme como estabas y si vendrías este diciembre. Le dije que ella sabía
más de ti que yo y solo sonrió apenada. Me preguntó que si sabía si ya estabas
completamente recuperada del accidente y le dije que no lo sabía pero que seguramente,
si hubieras tenido problemas, ya lo hubiéramos sabido. Te manda saludar.
Querida sobrina,
no pretendo inmiscuirme en los asuntos tuyos y de tu padre, pero te aconsejo
que vengas a visitarlo. Le vendría muy bien verte y saber que estás bien. Yo le
atiendo y trato de hacerle compañía, pero solo soy su hermana. El te necesita a
ti. Solo una visita rápida si tú quieres. No me lo vas a creer pero se puso a
desempolvar tus viejas muñecas el otro día. Le pregunté qué quería hacer con
ellas y no me quiso decir. Algo se trae este viejo con sus misterios.
Cuídate mucho
Anita, espero que reconsideres tu decisión y nos visites pronto. Cenaremos pavo
esta Navidad. Dice tu padre que hicieron un concilio en Pavolandia para ver
cual se sacrificará y se dejara cocinar por mí, no sé cómo me tocó un hermano
tan latoso. Empiezo a sospechar que Dios tiene muy buen sentido del humor.
Gloria
Diciembre 11, Hermosillo Sonora
Querida tía Yoya:
¡Cómo me has
hecho reír con las ocurrencias de papá! Para que quede bien asentado, a mí
siempre me ha gustado como cocinas. Creo que en el fondo el también lo disfruta
pero te quiere demasiado para admitirlo. Jejeje.
Ya consulté mis
actividades para este fin de año y se me complicaría mucho ir a San Fernando.
Prometo ir a visitarlos en la primera oportunidad el año próximo.
Suerte con el
pavo…
Ana
Diciembre 16, San Fernando Son.
Anita,
Recién hemos
regresado de la visita al medico. Tu papá no ha parado de toser desde esta
mañana y a regañadientes lo metí en el auto y nos fuimos a ver al doctor. Quedan pendientes los resultados de unas
pruebas pero el doctor le ha mandado reposo absoluto, antibióticos y una carita
mas alegre. Sé que tal vez te suene como disco rayado pero sería muy alentador
para tu padre tenerte cerca en estos días que se aproximan.
Después te
escribo cuando el doctor nos dé los resultados de los exámenes.
Gloria
Diciembre 19, Hermosillo Son.
Tía,
He recibido tu
nota hoy por la mañana. Me preocupa porque sé que tú no eres del tipo de
personas que expresa una preocupación a menos que sea serio. Tú sabes muy bien
que mis relaciones con papá desde mi accidente no han sido del todo cercanas…
es mas, yo diría que eran mas bien nulas hasta que recibí su carta hace poco más
de un mes.
Tía, te confieso
que no me siento preparada para enfrentarlo aún. Tengo un torbellino de
emociones en mi corazón porque por un lado tengo unas ganas de abrazarle y
decirle cuánto le amo y por el otro recuerdo las largas noches de mi
convalecencia en el hospital al que nunca acudió. Aún me duele… tía. La
cicatriz de la operación dejó de dolerme hace tiempo pero la herida de su
ausencia aún no ha sanado.
Sé que actué mal
al salir de la casa en esas condiciones, todo lo que pasó después fue producto
de mi ira y el accidente fue una consecuencia de mi imprudencia pero eso no me
quita el derecho de tener a mi padre a mi lado cuando estaba en el umbral de la
vida y la muerte. Me gustaría decir que ya pasó todo, que mi vida se integró de
nuevo como el nuevo pulmón que me acompaña desde el trasplante pero la ausencia
de papá es algo que no puedo dejar ir, tal vez porque ese abandono solo fue una
extensión de las horas solitarias que pasamos juntos desde que murió mamá…
Perdóname por
llenarte de mis quejas inútiles tía Yoya.
Sé que quieres mucho a tu hermano y que te duele lo que sucede entre nosotros,
pero creo que es mejor para todos que la distancia siga curando heridas entre
los dos. Esta nueva oportunidad que la vida me ha dado me ha puesto muchas
cosas en perspectiva y creo que pronto podré reunir el valor de ir a allá y
decirle a mi padre que ya no me duele su ausencia. Si voy hoy, estoy segura que
volveremos a perder lo que se ha obtenido hasta ahora.
Prometo estar al
pendiente de la salud de papá y escribirle mas seguido.
Si estás en casa
el día 21 te llamaré a las 8 de la noche. Ahí me platicas como ha seguido
papá. Un beso de tu sobrina consentida (la
única que tienes, jejeje)
Ah, y Feliz
Navidad anticipada.
Ana
Diciembre 18, San Fernando Son.
Querida hija:
Te escribo estas
breves líneas antes que nada para desearte una Feliz Navidad porque me estoy
empezando a hacer a la idea de que no te veremos por acá en estas fiestas. Está
bien, solo deseo que estés donde tu corazón está.
Te platico que
fui al médico hace unos cuantos días, con la receta que me dio me tendré que
convertir en ladrón de farmacias o me voy a la bancarrota. Ya estoy mucho mejor
y los días han mejorado en la región, aunque aun siguen pronosticando que
nevará la noche del 24. Encontré tu viejo gorro azul con orejeras que tanto te
gustaba. Ya lo mandé a la limpiaduría para dártelo cuando vengas por acá;
aunque no creo que lo vayas a necesitar en Hermosillo pero te lo daré de
cualquier forma. No tienes idea de lo que me agradaba vértelo puesto en los días
fríos en San Fernando. Casi sentía envidia de los copos de nieve que se acurrucaban
en tu carita brillante, dejando trocitos blancos en tus mejillas sonrosadas.
Ayer cumplí 5
años que dejé de fumar. Lo celebré fumando 3 habanos originales…. ¡No es cierto!
Ahora solo fumo el humo que sale de los viejos camiones urbanos de mi gran urbe
de lodo.
Ya en serio, sé
que nunca te he platicado esto pero dejé de fumar un día que vi un paquete de
cigarros en tu mochila de libros cuando estabas por terminar la preparatoria.
No podía reclamarte que lo hicieras cuando yo también lo hacía. Me prometí
decírtelo la próxima vez que te viera con cigarros pero nunca más te volví a
sorprender. La noche del accidente, las cosas pasaron tan de prisa que no hubo
tiempo para ninguna plática civilizada.
Espero que
podamos sentarnos y platiquemos de cosas que se quedaron sin decir… y de cosas
que se dijeron, que no debieron haberse dicho… Quiero volver a tener a mi hija
conmigo, sé que te resulta complicado pero si puedes…
Vuelve a casa
esta Navidad.
Tu padre que te
quiere…
22 de Diciembre San Fernando Son
Querida sobrina,
Mil disculpas por
no haber podido tomar tu llamada ayer. Llegué a casa un poco después de las 8 y
escuché tu recado pero no tengo tu número telefónico, así que ya no pude
comunicarme contigo.
Casualmente
regresaba con tu papá de su visita con el médico. Dice el doctor que tiene que
guardar mucho reposo porque sus pulmones no se encuentran del todo bien y el
exponerse al frío solo empeora su condición.
Tu papá me pidió
que no te preocupara de más. Sabe que me escribiste y me pidió que te contestara
que estaba muy bien para que no te fueras a preocupar. Voy a estar en casa el
día de mañana a las 8:00 por si gustas llamarme. Mandé esta carta como urgente
para ver si te la pueden entregar mañana. Voy a estar en casa por la noche.
Gloria
23 de Diciembre, San Fernando Son. – Hermosillo Son.
-
Bueno…
-
Hola tía Yoya. ¿Cómo
estás?
-
Bien, muy bien Anita.
Que gusto escucharte sobrina. Yo estoy bien hija. Nada que no pueda echarle la
culpa a los achaques de la edad, ya ves.
-
No, tía. Aun estás en la
flor de tu juventud.
-
¡Mentirosa! ¿Vas a poder
venir a San Fernando?
-
No, tía. Se me ha descompuesto el carro esta mañana y
creo que es un problema serio. Me hubieras visto en medio del Boulevard con el
carro haciendo señales de humo…
-
Jejeje, si me imagino.
Nita…
-
Dime tía…
-
Tu papá sigue muy
malito. No se ha levantado de la cama desde ayer. Se la pasa asomándose a la
ventana y durmiendo. Creo que aún tiene la esperanza de que vengas a visitarlo.
Significaría tanto para el que lo vinieras a visitar.
-
Si, tía. Sé lo que se
siente estar enferma esperando la visita de alguien que amas que nunca llegó…
-
Nita, a veces las cosas
no son lo que parecen…
-
Perdón tía, pero eso lo
llevo muy clavado en mi corazón. Pudo más su enojo que su amor por mí.
-
Nita… no juzgues tan
duramente a tu padre. Habla con él primero.
-
No lo juzgo, tía. El
debió tener sus motivos para no ir a verme, seguramente.
-
Y los tuvo hija, deja
que él te los explique. Dale la oportunidad.
-
Así como el me dio la
oportunidad de explicarle que la droga que encontró en mi ropa no era mía…
-
Eso ya no importa,
Anita.
-
Claro que importa tía.
Es horrible que no te den la oportunidad de explicar lo que sucede.
-
Tú no estás dejando que
tu padre te explique…
-
Pero eso es distinto. No
hay nada que explicar, es mas que obvio que el no quería verme.
-
Ay Anita, hay tanto por
hablar…
-
Tía, ya déjalo así. Dime
que te dijo el médico…
-
Anita, no quiero alarmarte
pero yo pienso que esta podría ser la última Navidad que pasemos con tu
padre.
-
¿Y que te hace pensar eso?
-
La funcionalidad de sus
pulmones está muy disminuida. Sabíamos que algo así podría ocurrir…
-
¿Por qué?
-
Anita, hay cosas que tu
padre me hizo prometer que no te diría. No quiero entrometerme
-
¿Qué cosas tía?
-
En cuanto a lo de tu
accidente y los motivos por los cuales el no pudo estar contigo…
-
¿A que te refieres tía?
-
Anita…
-
Tía, ¡Dímelo por favor¡
-
Anita, tengo que
platicarte lo que pasó después de tu accidente. Sé que le prometí a tu padre no
hacerlo pero tengo que decírtelo…
-
Te escucho tía.
-
Yo estaba con tu padre,
calmándolo de su enojo después de la discusión que tuvieron ambos en su casa.
Me dijo que habían discutido porque…
-
Si, tía. Papá tomó unos
pantalones que tenía yo en mi cuarto y encontró un sobrecito con cocaína y unas
pastillas. El asumió que eran míos y cuando llegué me reclamó que si ese era el
tipo de educación que yo había recibido, que estaba muy decepcionado y que esperaba
que tuviera una muy buena explicación para ello.
-
Y la tenías…
-
Si, pero estaba tan
molesta que no quise dársela.
-
Anita, yo platiqué con
Laura cuando estuvo acá conmigo y me platicó que tú se la habías quitado y le
habías obligado a que rompiera con el novio que la estaba enviciando…
-
Si, tía. Laura estaba
muy mal y yo consideré que mi deber de amiga era confrontarla con lo que le
estaba pasando. Le quité la droga que llevaba y fuimos a casa del muchacho para
pedirle que la dejara en paz…
-
Pero eso no fue lo que
le dijiste a tu padre…
-
No quise hacerlo en ese
momento. Me dio mucho enojo que el asumiera que era mía…
-
El te prejuzgó…
-
Si, tía. Me dijo que era
una vergüenza para el que su hija se anduviera metiendo porquerías en su
cuerpo, me dijo que me metiera en mi cuarto y que no saliera hasta que platicáramos
acerca de lo que debíamos hacer. Le dije que yo ya no era una chiquilla por si
no se había dado cuenta.
-
Le dijiste que él no se
había dado cuenta de que tu no eras ya una chiquilla porque nunca te prestaba
atención…
-
Si, eso tía. Le dije que
no quería estar con un padre tan egoísta y desconsiderado y que mejor me iría
lejos de ahí.
-
Eso hasta yo lo escuché
Nita. Los dos estaban gritando.
-
Si, tía, yo estaba fuera
de mis cabales. Tomé el carro y me fui sin rumbo fijo, solo quería alejarme de
el y fui a dar al camino viejo a Cananea. Y en la curva peligrosa que esta al
salir de la ciudad me salí del camino.
-
Me toco ver el carro,
Anita. Quedo irreconocible. Dicen los patrulleros que diste al menos tres
vueltas…
-
Fueron varias, tia. Yo
recuerdo que di al menos cinco vueltas y mi cabeza golpeaba con el toldo cada
vez con mas fuerza; escuché el ruido del cristal al quebrarse y un dolor que me
perforaba el abdomen.
-
En realidad fue el
pulmón, hija. Te llevaron al hospital en estado crítico… si no hubieras
recibido el trasplante de pulmón no la hubiéramos contado.
-
Si, fue una suerte
tremenda que hubiera un donador disponible y que hubiéramos sido compatibles.
-
Anita, en realidad
fueron dos donadores…
-
¿Cómo dices tía?
-
No había donadores
cadavéricos y la única opción que teníamos era que alguien donara una mitad de
uno de sus pulmones y otro donador la otra. El doctor que te atendió nos
explicó algo de unos lóbulos que solo se pueden donar uno por donante y se
necesitan dos para un trasplante exitoso. Es la única alternativa para que
pudieras recibir un pulmón sano. Casi siempre se busca que sean padres o familiares
los que donan.
-
¿Y quienes fueron ellos?
-
Yo te di la mitad de uno
de mis pulmones, Anita. No tuve ningún problema pues nunca he fumado y he
llevado hasta hoy una vida muy sana. No he tenido complicaciones de ningún tipo
desde que te lo trasplantaron y lo hice con mucho gusto y amor por ti.
-
tía, no lo sabía. Lo
siento…
-
No lo sientas Anita, lo
volvería a hacer por ti si pudiera, mi niña.
-
¿Y el otro donador?
-
El otro donador no lo
querían aceptar porque tenía sus pulmones algo afectados por el cigarro.
-
Eso quiere decir que…
-
Eso quiere decir que el
otro donador tuvo que insistirle mucho a los doctores para que lo aceptaran y
que tomaran el pulmón menos afectado para ti.
-
tía, me estás diciendo
que…
-
No te estoy diciendo
quien fue porque le prometí que no te lo diría y estoy cumpliendo mi promesa.
Solo te diré que ese donante anónimo te ama con todo su corazón y daría todo
por poder abrazarte esta Navidad.
-
tía estás llorando…
-
Estaba convaleciente en
el mismo hospital cuando tú te recuperaste, por eso no pudo ir a visitarte.
-
tía, yo no sabía…
-
Nita, perdóname, debo
colgar. Vuelve a casa si puedes…
-
tía…
San Fernando Son. 28 de diciembre
Querida Laura:
Acudo a ti porque
sé que en el fondo de mi corazón siempre has sido mi mejor y única amiga. Sé
que ambas hemos guardado un largo silencio porque no hemos podido superar lo
que pasó a raíz de tu adicción y tu dañina relación con Rubén y lo que
desencadenó en la tragedia que me dejó en el hospital. Aun cuando te dije en
aquella visita que hiciste a mi cuarto de hospital que no te culpaba por el
altercado con mi padre, muy en el fondo de mi corazón sabía que esto no era
cierto y sentía que si no me hubiera metido en el problema que tenias y no te
hubiera “confiscado” la bolsita de cocaína que te encontré nada de eso habría
pasado. ¡Tenías una forma de meterme en problemas! ¿Sabes que hasta la
cajetilla de cigarros que te escondí cuando estábamos en la prepa la llegó a
descubrir papá? Nunca me lo mencionó hasta ahora pero el encontrarla fue algo
que le sirvió para dejar de fumar…
De cierta forma,
yo pensaba que en la danza de los “Si hubiera / Si no hubiera”, esa bolsita fue
un factor que generó todo lo demás y me llevó a las mismas puertas de la
muerte. Ahora si, con el corazón en la mano te digo que no albergo ningún tipo
de rencor hacia ti, ni a mi padre, vaya, ni siquiera a mí. Un viejo sabio me
dijo hace poco que somos dueños de nuestros planes mas no de nuestros destinos.
Te quiero mi amiga y celebro que hayas podido superar esa etapa negra de tu
vida, según me platicó mi tía Yoya apenas ayer.
Hace poco hablé
por teléfono con mi tía y me hizo una revelación que yo ni siquiera imaginaba.
Apenas entonces supe quien o mas bien dicho quienes habían hecho la ofrenda de
sus órganos para que yo pudiera seguir respirando, para que yo pudiera seguir
aferrada a la vida. Esto me dio una sacudida emocional, amiga. Todos estos
meses culpando a mi padre por su olvido e indiferencia se volvió una culpa y
un deseo de poder abrazarle y decirle
“te amo” con mis labios y con mi mirada. Con mi carro descompuesto pasé la
mayor parte de la mañana tratando de conseguir un carro de renta para poder
llegar a tiempo a San Fernando. Mi padre anhelaba que pudiéramos pasar Navidad
juntos y me estuvo escribiendo con insistencia para que fuera. Yo le ignoré y
decidí no ir. Según yo, aún no era el tiempo.
Finalmente me di por vencida y me fui a la
estación de autobuses que también estaba atestada. Hubieras visto mi angustia
al ver los autobuses llenos y las colas enormes para poder obtener un boleto.
Finalmente salí de Hermosillo como a las 7 de la tarde rumbo a San Fernando.
Fue un martirio ver las horas del reloj desplazándose mientras el autobús
remontaba la carretera rumbo a la Sierra. Tía Yoya me había dicho que mi padre
se hallaba delicado pero el tono de su voz me preocupó y una sensación en mi
corazón me decía que no todo estaba bien en casa. Ni el hambre que acuchillaba
mi estomago era mayor que ese desasosiego que sentía.
Finalmente llegué
a casa. Debo admitir que el taxista hizo su mejor esfuerzo y eran alrededor de
las once de la noche cuando toqué esa puerta que no había vuelto a ver desde
que la había azotado 11 meses atrás. La
casa estaba silenciosa y una mortecina luz apenas se colaba por la ventana. La
noche era fría y olía a humedad pero aun no había comenzado a llover o a nevar
como lo habían pronosticado.
Me abrió la tía
Yoya. El verla ahí, el silencio y su gesto apagado hicieron que me diera un
vuelco el corazón. Sin decir nada, entré y me aproximé a la cama donde yacía mi
padre. Tenía los ojos hundidos, una barba blanca y desaliñada cubría su rostro
y su pelo estaba llenándose de canas. Ese hombre había envejecido al menos unos
10 años en once meses. Me sonrió y sus ojos cansados se iluminaron.
- Hija. Sabía que vendrías a casa. Esa ha sido mi oración, mi regalo de
Navidad.
- Si papá no hables que te fatigas de más. – Dije dándole un beso en la
frente. Se sentía afiebrado y sentí su piel mas arrugada que nunca.
- No importa hijita. Estoy contento de que estés aquí. Feliz Navidad.
- Feliz Navidad a ti también papá. Tengo que decirte tantas cosas…
- Yo también, mi amor. Tengo que pedirte disculpas por no haber confiado en
ti aquel…
- Calla papá. Entiendo tus motivos. Yo tampoco confié en ti y en tus motivos
para no estar conmigo en el hospital…
- Ya, mi amor, eso ya pasó. Lo importante es que estés esta Navidad conmigo.
Eres un verdadero regalo del cielo. Siempre lo fuiste.
- Gracias papá. Te quiero mucho.
- Y yo a ti, mi princesa. Ve lo grande que estás. Tenías razón. Ya no eres
una chiquilla. – Dijo sonriendo. A estas alturas, su voz se había convertido
apenas en un susurro y yo tenia que inclinarme mucho para poderlo escuchar.
- Descansa papá. Debes cuidar esa tos…
- El medico quería que lo internáramos en el hospital esta noche pero el no
quiso… - Dijo la tía Yoya, rompiendo su silencio.
- Papá…
- No me regañes, hija. Sabia que vendrías y no podía dejarte aquí solita.
- Supe lo del trasplante, papá. Dije con voz temblorosa. – papá solo sonrió y
volteo a ver a la tía Yoya.
- Hay viejitas chismosas que no saben guardar secretos… ni cocinar tampoco… pero ¿te digo algo? Aun tengo la mala
costumbre de quererla mucho.
- Y yo a ti viejito gruñón. – Dijo la tía Yoya intentando arrancarle una
sonrisa a su tristeza.
- Gracias papá, por tu sacrificio, por todo…
- No podía dejar inconcluso lo que con tanto amor hicimos tu madre y yo mi vida…
- Dijo papá sin dejar de sonreír esa sonrisa fatigada.
- Yo no sabía…
- Yo no quería que lo supieras amor. No quería que te sintieras atada a lo
que Gloria y yo hicimos con tanto amor. Si pudiera, te daría el corazón, de hecho
eso es lo que hago todos los días desde que entraste a mi vida… darte el
corazón en pedacitos... Anda, ve tus muñecas…
Al decir esto volteo a la pared frente a el que quedaba a
mis espaldas. Ahí, pulcramente vestidas y acomodadas con mucho cuidado se hallaban
las muñecas con las que solía jugar cuando niña. Se me hizo un nudo en la
garganta.
- Solo faltaba la muñeca mas linda de todas…
- Gracias papá. Fue un bonito regalo.
- Esto también te pertenece dijo sacando su mano temblorosa debajo de sus
sabanas. En su mano izquierda sostenía aun con firmeza mi gorro azul que le
gustaba tanto verme puesto.
- Mi gorro… era mi favorito.
- Y el mío también. Mandé que lo lavaran para que se le fuera el olor a
olvido. – Dijo y cerró los ojos. Por un momento dejó de escucharse su
respiración entrecortada. Sin abrir los ojos aún dijo
- Hija mía, lo siento pero no te voy a
poder ayudar a comer el pavo de tu tía Yoya. Sé que por eso no querías venir a
San Fernando, pero no se lo digamos a la tía…
- Si papá. Te guardaré un buen trozo para mañana. Tienes que sufrir conmigo…
- Ya no hay mañana para mí, mi amor. Esta noche tendré la dicha de ver a las
tres mujeres que amo. Tu tía Yoya, tú y tu madre. No cabe duda que Dios me ha
consentido esta Navid…
- Deja de hablar tanto papá. Ya te volvió la tos.
- Hija… me voy feliz, ¿sabes? Escogí el lado superior izquierdo de mi pulmón
para estar apretando tu corazón en cada una de tus respiraciones. Vivo en ti,
mi princesa. Nunca lo olvides. Tengo que irme pero me quedo contigo…
- No digas eso papá…tenemos tanto por decir…
- Estoy contigo hija… te amo…
- Y yo a ti, papa. Yo te amo tanto.
Papá siguió tomando mi mano con fuerza hasta que su
respiración agitada paró. Su sonrisa seguía prendida de su rostro pero la vida
ya había escapado de su cuerpo. Mi mente le ordenaba al mío que se sacudiera en
un llanto desesperado pero este no le hacia caso, incapaz de asimilar que ya mi
padre no estaba conmigo. El llanto desconsolado de la tía Yoya me volvió a la
realidad y poniéndome el gorro azul salí de la casa para poder tomar aire, para
poderme sacudirme esa sensación de irrealidad.
La noche se
sentía mas helada que nunca y apenas crucé el umbral sentí una caricia en mi
rostro. Era un ligero copo de nieve que se deslizó por mi rostro y ahí mismo,
con las nubes que ocultaban las estrellas de nuestra vista y el suave ulular
del viento que proclamaba el nacimiento de Nuestro Señor como testigos, sentí
que era mi padre acariciándome. Rompí finalmente en sollozos, sintiendo trozos
de culpa y dolor saliendo a borbotones por mi boca y mis ojos. Recordé el poema
que me había escrito mi padre, recitándolo:
Con el canto de tu risa, con la luz que hay en tus ojos.
Como desearía ser un suave copo de nieve
Deslizarme desde el cielo para acariciar tu rostro.
Mi llanto se hizo aún mayor, una dulce y melodiosa música navideña se
escurría desde alguna de las casas vecinas. Era una blanca navidad después de
todo y mi corazón se empezaba a vestir de blanco; del blanco de la paz que da
el saber que estás en buenas cuentas con el amor.
-
Feliz Navidad Papá. Te
amo. Salúdame a mamá – Dije a la nada mientras sentía que el frio de la caricia
del copo de nieve se fundía con la humedad de mis lagrimas. La noche se iba
tiñendo de blanco como un cobertor para mi dolor.
-
Papá, te amo. – Repetí.
Un nuevo copo de nieve se deslizo por mi rostro y supe que había dolores que
sirven para sanar. Nunca estuve más cerca de papá que aquella noche en que ya
no estaba conmigo.
Escribo esto
desde el autobús en el cual regreso a Hermosillo. Apenas ayer cremamos a papá
como fue su deseo. He insistido en traerme a la tía Yoya conmigo pero no he
podido convencerla. Como diría mi padre: Ya ves como es. Regreso a mi vida
después de mucho tiempo. Si ves algunas manchas de humedad en el papel son rastros
de algunas lágrimas que no he podido evadir. Ni lo he intentado. Papá me ha
dado el mejor regalo de navidad que pude haber esperado. La fe en la vida. El verdadero sentido de amar.
Hoy sé que cada vez
que quiera sentirlo cerca de mi corazón sólo tengo que respirar muy profundo y
mi corazón sentirá esa ofrenda de amor que vive dentro de mi y me recuerda que
los mas grandes gestos de amor son a veces ignorados por nuestra terquedad de seguir
siendo miserables. Yo ya no voy en ese autobús, Laura. El mío se llama
Esperanza y va remontando las colinas del perdón poco a poco.
He vuelto a casa
mi amiga. He vuelto a casa esta Navidad.
Ana
(c) Javier Bustamante
Diciembre 22,
2007
Llore, rei, Pero sobre todo reflexione el verdadero significado del Amor!!
ResponderBorrar