derritiendo los relojes cual pintura de Dalí;
mi cordura se evapora a través de mi sombrero
y me habita lentamente un intenso frenesí.
Mis palabras menguan ya y me siento prisionero
del sadismo de este día, del calor que me bebí,
los minutos trastabillan y pacientemente espero
a que apaguen este infierno que se ha desatado aquí.
¡Cuántas ganas de quitarme esta piel que me ha salido
sobre el alma y bajo el cielo donde el sol hizo su nido!,
¡Líbrenme de los tormentos de este calor tan voraz!
¡Cuántas ganas de arrojarme al arroyo del olvido!
recostarme sobre un sueño y decir, muriendo en paz,
vida, ya nada te debo, aquí tienes tu disfraz.
- Javier
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