El bardo


Le gusta vestir siempre de bastardo,
inmune de improperios a su madre,
no tiene amor ni perro que le ladre,
solo el orgullo de sentirse bardo.

Su loco corazón a buen resguardo
arroja su veneno de baladre
y no existe adjetivo que lo encuadre,
la forma, en su opinión, es sólo un fardo.

Pero al anochecer, ebrio de voces
que gritan por detrás de su careta,
el bardo se libera de sus poses

y una lágrima frágil e indiscreta
abre un verso de penas y de goces
y surge entre cenizas el poeta.

 - Javier

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