Desciendo de las voces del milenio
desde la cuenca del licor sagrado
que embriaga de palabras al convenio
entre un papel y un verso enamorado.
Llevo en mi pecho ocultos los engaños
de un corazón que disfracé de nada
para esquivar el sesgo de los años
y ahogar el frio de tu voz callada.
Soy estela de mar, soy viento adverso,
testigo acusador, soy emisario
de tu verdad que se clavó en mi verso
y le dejó la cruz de su calvario.
He cruzado la senda que me aleja
de tus ojos de luz, tu risa clara,
luché contra ese miedo que corteja
al gélido silencio que te ampara.
Y llevo un verso nuevo en el tintero,
un te quiero sin voz en mi maleta
Porque ante todo soy tu prisionero
Y al final de tus labios, soy poeta.
- Javier
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