¿De qué sirve un beso?



¿De qué sirven los poemas que te escribo si no estás?
¿De qué sirven los dolores que sin ti saben a nada?
¿De qué sirven las caricias, tu recuerdo, tu mirada
cuando tú ya te has marchado y no volverás jamás?

¿De qué sirve un beso ardiente que jamás ha sido dado?
sólo una emoción absurda, una burla del destino.
Díme tú ¿de qué le sirve al caminante el camino
si no existe ya el anhelo de llegar a ningún lado?

¿De qué me sirve la luna que me nutre con su luz
si sólo quiero esta noche desterrar de mis poemas,
a este terco y loco sueño que sacude mis esquemas,
e inmolarme en el olvido con mis manos en tu cruz?

¿De qué me sirve este mundo con todas sus avaricias
con tantas frivolidades, y mentiras si yo advierto
que después de tanto engaño, todo lo que sé de cierto
es que me quedé sin nada al final de tus caricias?

¿De qué me sirve este llanto que no ha logrado borrar
tus imágenes tatuadas para siempre en mis pupilas?
¿qué milagros debo urdir en mis noches intranquilas
que me logren convencer que ya no te debo amar?

He dejado de temer a tu duda y a mi credo,
ya no temo a las certezas, ni tampoco a los enigmas
a las voces del mañana, a mis viejos paradigmas...
puedo huir de todo aquello que nos ha vendido miedo.

Pero... ¿cómo huyo de ti si te llevo aquí tatuada?
si en cada respiración, mi voz susurra tu nombre;
si estás en cada oración y no hay olvido que escombre
las secuelas de tus besos en mi boca enamorada.

Nunca le temí a los sueños hasta que te descubrí
asomada en los rincones de mi sueño más profundo;
hoy ya comprendí por qué la mentira mueve al mundo,
hoy no juzgo a los que mienten pues quisiera ser así...

Quiero mentirte y decirte que no voy tras de tus huellas
quiero mentirme y decirme que no eres de oropel,
que no hay mentiras regadas en los bordes de tu piel,
quiero al menos convencerme que no mueves las estrellas.

Quisiera poder decirme que no duele tu partida;
que fuiste un amor fugaz en un cielo muy pequeño
y no la bella princesa de un hermoso y dulce sueño
que se convirtió en un sapo con el beso de la vida.

Quisiera poder creer que la luna no es testigo
de las noches que desangro cavilando en tus desdenes;
que no me duele tu ausencia y fingir que nunca vienes
disfrazada de recuerdo para platicar conmigo.

Voy recogiendo mis besos y los guardo en mi espejismo,
cuánto amor desperdiciado, cuántas lagrimas caídas,
cuánto sueño encadenado al clamor de mis heridas...
no hay mentira más absurda que la que bordas tú mismo.

Con esta tristeza a cuestas y este cielo que me mira
camino con dos preguntas que nacieron al marcharte:
¿De qué sirve un corazón que nunca aprendió a olvidarte?
¿De qué sirve una ilusión que persigue a una mentira?

- Javier

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