Reflexionando a abril

Él tan sólo quería hablar del mes de abril
que era su favorito, que olía a primavera,
se paró frente al podio, sujeto de un atril
y declamó sus versos de una forma sincera,
algunos estimaron que era un tanto pueril,
y de forma tajante lo dejaron afuera.

Con su tristeza a cuestas se puso a investigar
todos los pormenores del cuarto mes del año,
quería dejar huella, quería impresionar
a los que con sus burlas le hicieran tanto daño,
pues su alma de poeta sufría sin cesar,
se refugió en sus versos y se hizo un tanto huraño.

Con cuanto libro obtuvo metido en sus narices
supo de soles nuevos, y de etimologías
de amores y bellezas y llenó de matices
a su nuevo poema pleno en alegorías,
metáforas, sinécdoques, extrañas directrices,
y algunas metonimias vestidas de elegías.

Con su nuevo poema sujeto bajo el brazo
subió de nuevo al podio despertando el asombro
de quienes recordaban su último fracaso.
La multitud gritaba insultos que no nombro
pero a pesar de todo decidió dar el paso,
aunque con tanto tropo ya le dolía el hombro.

Al ver a tanta gente un temor primitivo
se acomodó en su vientre y nubló su cabeza.
Mezcló unos cuantos verbos con algún adjetivo,
metáforas e hipérboles y una que otra rareza
volaban por los aires sin son y sin motivo
y el público asombrado mostraba su sorpresa.

En unos cuantos versos se asomaba Afrodita,
tendiendo puentes verdes a un lado del florero,
abría primaveras de un pecho que palpita
borbotones de nieve que dejó atrás enero
salpicando los montes con lágrima exquisita
en una flor tardía de un jardín tempranero.

¡Qué grande inspiración!, qué lenguaje ¡Maestro!
que elevas las palabras a las mismas alturas.
Ilústranos poeta con tu versar tan diestro
que tus palabras son tan sabias y tan puras
que ni siquiera caben en el lenguaje nuestro
y apenas entendemos tus frases tan maduras.

Y aquel pobre poeta se convirtió de pronto
en un hombre ilustrado, un portentoso genio.
Pasó a ser maestro de ser un pobre tonto,
la gente le adoraba por gusto y por convenio,
acudían a verlo sin importar el monto
y sus grandes palabras cruzaron el milenio.

Su fama fue creciendo, llegó a lares ignotos
donde algunas palabras jamás habían llegado,
de pronto fue rodeado de sus fieles devotos
que ansiosos le seguían para estar a su lado;
disectando sus versos, cazando sueños rotos
que el Quasar de su estrella había iluminado.

Detrás de la gran fama llegaron nuevos premios,
trofeos, entrevistas y un club de admiradores.
Pedían filiaciones a muy distintos gremios,
y formaron escuelas de grandes pensadores
que seguían su huella con todos los apremios
para ganar al menos uno de sus honores.

Llegaron de mil partes con un ansia febril
para escuchar al grande varón del pensamiento
quien, subiendo a su podio, tomó firme el atril.
Dijo con voz segura, que traspasaba el viento,
“Sólo quiero decirles, me gusta el mes de abril
¿por demonios debo callarme lo que siento?”

- Javier

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