El Adiós


Se nos fueron cerrando los minutos
en el latido de un reloj cautivo
de la rutina que devora lutos,
y niega el ansia de sentirse vivo.

Se nos fueron cerrando nuestros labios
en la sequía de palabras viejas;
llegaron los silencios, esos sabios
heraldos del adiós de las parejas.

Se nos fueron abriendo los peldaños
que llevan a las sombras de tu ausencia;
llegó el juicio implacable de los años
y nos dictó formal indiferencia.

Se fueron agolpando las mentiras
al ver que se alejaban las verdades,
quedaron las promesas hechas jiras
en esta guerra cruel de voluntades. 

Se fue borrando sin motivo alguno
la absurda negación de lo perdido;
quedó el sabor de un beso inoportuno
bajo la sombra de un recuerdo herido.

Se fueron asomando despedidas
y hasta el mañana se volvió cobarde;
del cielo de tus manos extendidas
brotó un lamento con sabor a tarde.

Se fue quedando el día sin motivos
para dejar sus cielos descubiertos,
y nos halló la noche casi vivos,
con nuestros corazones casi muertos.

Y se quedaron quietos, ¡qué ironía!
los mundos que habitaban nuestra cama,
y una constelación de cobardía
llenó de oscuridad mi panorama.

Y se quedaron quietas esas horas
que eluden al albor de la mañana,
y ya no se asomaron las auroras
en el féretro gris de mi ventana.

Te fuiste y desde entonces no soy yo,
no encuentro en el mañana los despojos
de aquel que sin remedio se perdió
en los acantilados de tus ojos.

- Javier

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