Eras como la tarde

Eras como la tarde con sus dardos de fuego,
eras camino lleno de recuerdos y olas,
arenas subyugadas en el manso sosiego
del viejo mar gimiendo con voz de caracolas.

Eras como la tarde, aún yo te recuerdo
con tus rojas mejillas cargadas de esperanzas,
con pétalos callados y el mar en que me pierdo
cuando busco memorias y encuentro añoranzas.

Ahí fue que te hallé, sangrando en las arenas
con tu mirada triste de guardián abatido,
bebiendo trasfusiones de llantos en tus venas,
y vomitando cuentos que te dejó el olvido.

Con esas diestras manos ibas cortando el césped
que cubría tus mares de penas a mansalva
para que la nostalgia no fuera un terco huésped,
para que tu cordura no se escondiera al alba.  

Mientras te contemplaba, un sol abochornado,
salió a pintar de rojo la cúspide del monte,
el mismo sol que antes había coloreado
pedazos de mañana del húmedo horizonte.

Como un manto de brisa cubriendo tu mañana,
lívida como ajuar de novia arrepentida
me miraste con pena detrás de tu ventana
tratando de ocultar las huellas de tu herida.

Eras campo y tristeza, como pez que naufraga
entre las suaves olas de rítmicos vaivenes,
un cielo de algodones que poco a poco apaga
el vuelo de gaviotas con el que  te entretienes.

Cuando te vi llegar, llevabas un lamento
de agrestes arrecifes atado a tus esquinas,
sangrabas con la noche, lanzando por el viento
los gritos estridentes de fétidas cantinas.

Y es que diste tus calles al clan de los retretes
que vende sanaciones de umbral a los difuntos
esos que enturbian sueños envueltos en billetes
y los cubren de engaños y miedos, casi juntos.

Eras como la tarde de lunas y de ocasos
cazando dentelladas de sol sobre las olas
con la lepra del mar corriendo por tus brazos,
mientras las prostitutas rodeaban tus farolas.

Eras como una anciana con tus ojos de faro
y tu latir cansado de arrullos de bahía
guardé mis sueños viejos al ver tu desamparo
y sin decir adiós, partí en la noche fría. 

- Javier

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