Déjale ahí, pudriéndose en el lodo,
ignora el ruego de su voz cansada,
él, convicto de haberlo dado todo,
tú culpable de darle casi nada.
¿Qué más da que no hallen acomodo
esos sueños al ras de tu almohada,
sueños viejos que luchan contra todo
para armar un “te quiero” de la nada?
Déjale desangrar si ya no hay modo
de que vuelva a beber tu madrugada,
no labra eternidades un periodo,
ni surge de una gota una cascada;
sólo es mi corazón, después de todo
déjale desangrar, no pasa nada.
- Javier
No hay comentarios.:
Publicar un comentario