Relojes Congelados

Pluma de atónito candor, ¿qué rumbo llevas, puritana?
las garzas que adormecen sus patrones
ya levantaron hoy mis frases hedonistas
y llevan malabares de ciénegas fortuitas en sus alas.

Mira hacia arriba,
mira a la atribulada madre de los tiempos que te acechan
desde el ojo de las ciencias 
que hurga entre los cielos de pixeles;
¿por qué se posan las máscaras del diablo 
en tu burbuja de silencio?
buscas respuestas en un viejo remolino,
que gira y late alrededor de conjeturas,
y el reloj marcha sin mirar atrás;
sus manecillas se persiguen
como en un vals ensayado muchas veces,
y la noche se adormece entre los montes
mientras yo te contemplo en las difusas sombras de tu espejo;

En mi cuaderno hay canto y hay sirenas,
hay nubes andrajosas que pasean por el día,
exhibiendo sus miserias ante el sol.
Hay valor, hay cobardía, guerras turbias,
hay una estrella Ajenjo y hay tinieblas…
y por lo tanto, hay miedos,
hay poesías que despeñan en el risco del fracaso,
hay lágrimas de sal que buscan el invierno del olvido.

Mientras me encuentras, busca tus pasos allá donde es posible
que se pudra el manto de gusanos y palabras;
y los relojes se congelen en tus manos de cazador de ofertas y quimeras,
esas que ofrendan naranjas quasi-azules a los dioses que ya fueron.

He sabido del verso anquilosado,
ése que te heredaron nuestros padres;
el verso que persigue a los piratas sedentarios,
ése que huele a muerto y tulipanes de dolientes
que vienen de enterrar sus paradigmas.
No me platiques de mares que no existen
porque yo sé que el mar no acepta imitaciones;
que se masturba con las olas que golpean su costado
y sangra espuma blanca entre las rocas;
que clama al cielo en las mareas
con voz entrecortada cual rugido de bahía;
y juega a ser intruso y duermevela
mientras carga a la luna
y la mece en su piel de terciopelo…
¿es su vaivén algún suicidio programado
en el compás de sus esperas?

Sube hasta aquí y muéstrame las cicatrices
de las diatribas que se estrellan en tu espejo,
como en el pavimento de un vacío cul de sac,
y te daré el elíxir de la mano que ha parido
veinte poemas de ceniza, selva y sol.

Ándate acá, no tengas miedo de mis vastos manicomios,
nefelibata de las nubes de papel.
adoquíname la calle que te lleva a las canciones de los muertos
mientras como de la ceniza aguada que quedó tras el smog.
¿No eres acaso tú quien lleva medio siglo
cargando una ojiva nuclear en sus espaldas?
abre tu voz y saca el aleteo
de esa incansable mariposa
que asoma por detrás de tu libreta
si así lo quieres,
¿Cuándo verás que el cielo de la abuela ya no es casa de pasquines,
ni tan siquiera un postre amargo desechado en el festín del tiempo?

Atónito candor de la moral cauterizada,
estás mirando esa oquedad en las pupilas donde habita mi locura
y sólo puedo ver tus ojos impolutos de pecado
y de existencias.

- Javier

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