Oh dulce verso que al abrir se aferre
a la tierna bondad de la palabra,
si encuentra ahí amarguras, que las cierre
y si encuentra alegrías, que las abra.
Que el germen de maldad en mí se encierre
en una cripta gélida y macabra,
y la buena intención, que nunca yerre,
pues roca que no afirma, descalabra.
Que el verso suba al cielo y brille tanto
que su verdad se aprecie entre la bruma
y rompa la ansiedad del desencanto.
Y aquel verso postrer de mi quebranto
Se esconda en un poema y se consuma
en el último vuelo de mi pluma.
- Javier
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