En mil Pedazos


Vuelvo a comparecer, tú bien lo sabes,
ante las huestes del dolor que muestras
al sur de los destinos de tus naves
cuando hablas de tus noches más siniestras.
Besos de luna azul y notas suaves
mezclados con la magia de tus diestras
manos de paz me envuelven lentamente,
y tu imagen se adueña de mi mente.

Ahí estás tú, sin ti, te he comenzado
absorta en el ensayo de mis sueños,
como las alas que se agitan, demasiado
cautivas de los vientos más pequeños;
cual noche que no lleva a ningún lado
sin importar el plan ni los empeños.
Derramas mi pasión cuando desnudas
al corazón que apaciguó tus dudas.

No podrás combatir por más que quieras
los trazos de esta historia sin final,
la sombra de tus miedos, tus quimeras
no pueden aplacar mi vendaval.
Haces bien sin razones verdaderas
y al borde de un motivo, juegas mal.
La tuya es una piel que tergiversa
la seducción de una inquietud perversa.

Pero si al menos esas manos puras
que atrapan arrecifes con sus dedos
fueran palomas que al amar conjuras,
o sortilegios que disipen miedos.
Si al menos yo no amara tus locuras
no estarías en todos mis enredos
como olas que del mar son fugitivas
para sentirse, tres segundos, vivas.

Sube tus horas a mi noche triste
y morirán las voces de la tarde
en nuestra alcoba que de amor se viste
cuando la llama de tu pecho arde.
Apura esta pasión que me trajiste
que a veces el amor es un cobarde.
Ábreme el horizonte de tus brazos
y rompe mi razón en mil pedazos.

- Javier

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