Dafne


1. 
¿Quien fuera, Dafne, de tus labios beso
para beber la fuente de tus lagos?
si he de sufrir por ésto, los estragos
de tu desdén, no importa, te confieso. 

¿E
l río acaso sentirá el alivio
que dan tus manos a su piel de agua
si mi pasión, ardiente como fragua,
sólo se calma con tu beso tibio?

He acudido al oráculo de sabios,
por ese beso que mi voz te pide,
librarte del hechizo que te impide
abrir la flor del néctar de tus labios. 

¿por qué son tus anhelos prisioneros
del súbito desdén que te provoco?
yo no busqué el amor, ni tú tampoco;
nació por voluntad del mismo Eros.

2. 
¿Qué tramas tú, Ladón, y qué presagia
el ronco despertar de tus aludes?
si Dafne te ha pedido que le ayudes
no intentes arreglarlo con tu magia.

No dejes las caricias de mi amada
vacías como charcos de riachuelos,
abramos las ventanas de los cielos
y hablemos en mi Olímpica morada.

No la apartes de mí, yo te lo ruego;
deja que con su luz, ella me irradie,
que en esta oscuridad yo no soy nadie,
tan sólo un corazón de sangre y fuego.  

¿Porqué son los cabellos en su piel
hojas que se sacuden con el viento?
¿no notas mi profundo desaliento  
al verla convertida en un laurel?

3.
¿De qué sirve ser dios, el gran Apolo,
el dios del arco, prócer de la danza,  
si no hay en mí la mínima esperanza
de huir del ansia de sentirme solo?

¿De qué me sirven, Zeus, tus favores;
de qué me sirven Letos tus cuidados,
si llora el corazón por mis pecados
y sangra la razón por mis errores?

Deambulo por los ríos y me miran
sus márgenes pobladas de laureles,  
¡qué ganas de probar aquellas mieles
de sus labios ausentes que me inspiran!

Tomo de aquel laurel, sus verdes ramas
y las pongo en mi sien, ¿qué me sucede? 
me siento el vencedor que todo puede
por la virtud, oh Dafne, que derramas.

Epílogo
Desde aquella ocasión, cuenta la historia,
el vencedor, en Dafne, se respalda,
y cada vez que ciñe su guirnalda
vuelve a nacer un canto de victoria.

- Javier

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